La industria apoya la liberalización del sector para mejorar sus exportaciones, mientras que los ganaderos temen que esa libertad cierre explotaciones, sobre todo de montaña, por su difícil acceso a la internacionalización.
Treinta años después de su entrada en vigor, las cuotas lácteas de la Unión Europea -las cantidades de leche que cada Estado miembro puede producir anualmente para que el presupuesto comunitario no financie excedentes- tienen los días contados. En abril de 2015, esas cuotas pasarán a la historia, liberalizando al sector.
Una liberalización que supone un choque de trenes para la industria y para los ganaderos de este sector. Mientras la primera ve en el fin de esas cuotas una clara oportunidad de ganar cuota de mercado en el mundo mejorando sus exportaciones, los segundos temen que muchas de las explotaciones ganaderas de España, sobre todo las de montaña o afectadas por limitaciones específicas, como la insularidad, tengan que echar el cierre, por su dificultad de acceder a los mercados internacionales y adaptarse a unas condiciones donde se impondrá una mayor competitividad, no sólo con los productores de dentro, sino también con los de fuera de España -en los últimos 20 años, cerca de 120.000explotaciones de leche han desaparecido en nuestro país-.
Pese a sus distintas valoraciones sobre el fin de las cuotas lácteas en la Unión Europea, tanto industria como ganaderos siguen, a ocho meses de la liberalización, defendiendo sus posiciones con uñas y dientes.
Así, la Federación Nacional de Industrias Lácteas sostiene que el fin de las cuotas lácteas -aprobado en 1984- supone pasar de «una época decambios a un cambio de épocas».
Y es que según las fuentes de Fenil consultadas por elEconomista Alimentación, «el fin de esas cuotas abre la puerta a un aumento de nuestras exportaciones de leche y productos lácteos» y puede suponer el punto y final a las importaciones de leche que España hace de sus socios comunitarios, fundamentalmente de Francia, para compensar su déficit de producción -seis millones de toneladas al año, lo que supone el 4,25 por ciento de la producción europea- con el de su consumo -nueve millones de toneladas anualmente-, impuesto precisamente por el sistema de cuotas.
De ahí que además de poder producir para que España sea autosuficiente, Fenil calcula que nuestro país podrá, gracias al fin de las cuotas, beneficiarse del aumento de la demanda internacional de productos lácteos, sobre todo en las economías emergentes de China e India.
Sus cálculos estiman que los 780 millones de toneladas que hoy se producen en todo el mundo (150 millones en la UE) tendrán que elevarse hasta los 1.000 millones en los próximos diez años -a un ritmo de 20 millones de toneladas cada ejercicio- para satisfacer las necesidades de la población mundial.
Un aumento en el que, según Fenil, España podría tener un papel importante que jugar como suministrador de esa demanda. Una demanda a la que relativamente pocos países en el mundo pueden dar respuesta.
Fuera de la Unión Europea -donde los mayores productores lácteos son Alemania, Francia, Reino Unido y Holanda- sólo Nueva Zelanda, Estados Unidos y China podrían estar en condiciones de competir con la Europa comunitaria. Sin embargo, no lo tienen tan fácil.
Principales productores en el mundo
La Organización de Productores de Leche ha confirmado a esta publicación que en Estados Unidos hay barreras a la instalación de nuevas explotaciones por parte de las comunidades locales, una fuerte competencia por el uso de la tierra y el agua en los Estados del Suroeste -los más productivos- y una alta exposición al aumento de costos de alimentación en megalecherías. Mientras, en Nueva Zelanda el problema reside en las cada vez más numerosas regulaciones de impacto medioambiental, que limitan el uso de la tierra, la carga animal y el acceso al agua.
Por su parte, en China la problemática está en los costes de producción y la limitada disponibilidad de agua y forraje.
Ante este escenario internacional, Fenil insiste en que «el fin de las cuotas lácteas trae oportunidades para ganar cuota de mercado a nivel mundial». Eso sí, siempre que se estimule la producción de leche en España y que esa producción sea competitiva en cuanto a sus costes para que no lleve a pérdidas.
Evitarlo es uno de los retos a los que ahora se enfrentan las explotaciones ganaderas de nuestro país que, entre otras cosas, demandan contratos más estables y a largo plazo con las empresas del sector lácteo para disponer de una mayor seguridad y garantía de márgenes e ingresos.
En esta línea, la Organización de Productores de Leche advierte «del peligro de una próxima sobreproducción láctea que a medio plazo significará una bajada de los precios en origen».
Fernando Sainz de la Maza, secretario ejecutivo de la Organización, sostiene que «la desaparición de las cuotas en la UE, en un escenario de firmeza en la demanda internacional, puede representar una oportunidad para el sector español, con una producción que no cubre su demanda interna.
No obstante, el horizonte inmediato no estará exento de riesgos, en particular, si no se abordan estrategias sectoriales o empresariales en ámbitos como la mejora de la competitividad, la eficiencia, la reducción de costes, la diversificación y segmentación en la producción, la internacionalización y el refuerzo de las relaciones intersectoriales».
Por su parte, Asaja afirma que «el futuro de los ganaderos de leche depende de la capacidad y rapidez de respuesta que tendrán ante la liberalización de la producción de leche a nivel comunitario. Consideramos que nuestras explotaciones de vacuno de leche están totalmente preparadas para enfrentarse al mercado lácteo europeo e internacional.
En estos momentos contamos con explotaciones que, aunque presentan heterogeneidad en el tamaño y volumen de producción a lo largo de todo el territorio nacional, son igualmente competitivas».
Eso sí, para que esa competitividad se mantenga, la Asociación y el sector siga siendo «fuerte, equilibrado y con garantías de generar beneficios a lo largo de toda la cadena», advierte que la rama industrial debe generar un producto de mayor valor añadido, como quesos o yogures, y buscar un plan de internacionalización que permita la salida de productos comodities como los lacteosueros, la leche desnatada en polvo, la mantequilla y los quesos hacia países emergentes.
(Fuente: El Economista)
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