Alberto Quiles   Departamento de Producción Animal. Facultad de Veterinaria. Universidad de Murcia.  Email: quiles@um.es

Mª Luisa Hevia Departamento de Producción Animal. Facultad de Veterinaria. Universidad de Murcia.

Introducción

Una temperatura excesivamente alta ocasiona un verdadero estrés térmico en la cerda, debido a su incapacidad de adaptación a esta nueva situación, por contar con menos mecanismos de defensa que otras especies, siendo éstos, principalmente, comportamentales.

Se conoce con el nombre de zona de neutralidad térmica aquellos límites de la temperatura ambiente (12 y 25º C, temperatura crítica inferior (TCI) y temperatura crítica superior (TCS), respectivamente) entre los cuales la cerda lleva a cabo pequeños cambios en la producción de calor (mediante ajustes fisiológicos, cambios comportamentales o mediante jadeo o aumento de la tasa respiratoria), pero sin experimentar grandes cambios metabólicos.

Dentro de esta zona, existe a su vez un segmento de temperaturas (16-20º C) donde el confort es máximo, en donde la cerda es capaz de manifestar su máxima productividad de acuerdo a su potencial genético. Dentro de esta zona de confort el 75% de la pérdida de calor corresponde a “calor sensible”.

Conforme la temperatura ambiente se va acercando a la TCS se incrementa la tasa respiratoria y los cambios comportamentales. Si se supera el límite de TCS, la cerda disminuye los procesos metabólicos (disminuye la ingesta voluntaria – en las cerdas lactantes por cada grado que exceda la temperatura por encima de la temperatura critica de evaporación (23º C) reduce el consumo de pienso en 150-170 g/día-), para intentar rebajar la producción de calor metabólico. Todo ello provoca una disminución de los rendimientos productivos, toda vez, que hay también un aumento del gasto energético en la disipación del exceso de calor. Con todos estos ajustes la cerda intentar mantener constante su temperatura fisiológica.

Esta es una circunstancia bastante frecuente en las explotaciones porcinas en las épocas de calor, afectando a los rendimientos  de las  cerdas reproductoras: disminución de la fertilidad, presencia de mayor número de celos silenciosos, aumento del intervalo destete-cubrición fértil, disminución de la prolificidad, aumento de las reabsorciones embrionarias, aumento de la tasa de abortos, aumento de las repeticiones regulares e irregulares, menor peso de los lechones al nacimiento, menor producción de leche, menor ganancia media diaria de los lechones durante la lactancia, menor peso al destete de los lechones, etc.

Ello es particularmente grave en el caso de las cerdas lactantes, las cuales ya de por sí presentan una ingesta voluntaria menor a sus necesidades para la producción láctea (producción media de 10 litros de leche a partir de la 2ª semana post-parto), de manera que si ese consumo voluntario se ve reducido aún más por efecto del calor, la cerda deberá hacer uso, en gran medida, de sus reservas corporales para no comprometer el crecimiento de su camada (Cuadro 1).

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Esta disminución de peso a lo largo de la lactación puede originar el “síndrome de la cerda delgada” en el momento del destete, lo que ocasionará un alargamiento del intervalo destete-cubrición fértil y una disminución de la fertilidad; como consecuencia de una menor síntesis de hormonas esteroides a lo largo de la lactación.

La influencia del calor sobre el intervalo destete-estro es más acusada en cerdas primíparas que en multíparas, al tener las primeras una menor capacidad estomacal y estar todavía en las últimas fases del crecimiento.

Debido a este estrés térmico las explotaciones de reproductoras no consiguen alcanzar su máximo rendimiento durante los meses de verano, sobre todo en aquellas regiones más calurosas. De ahí que sea necesario desarrollar una serie de medidas preventivas y adoptar una serie de soluciones para luchar frente a las altas temperaturas, de forma que la cerda coma más, o al menos, que aproveche más lo que come; lo cual será beneficioso tanto para el crecimiento de la camada como para la productividad del siguiente ciclo reproductivo.

Medidas preventivas contra el estrés térmico          

1.  Características constructivas de la nave

La ubicación de la nave − en una depresión o sobre una colina − y la orientación de la misma, en relación con el viento dominante y las horas de sol de la nave, son aspectos importantísimos a la hora de luchar contra las altas temperaturas en las épocas más calurosas.

Por otra parte, la nave puede contar con aleros para evitar la entrada directa de los rayos solares; siempre y cuando, no perturben el movimiento del aire. La altura del techo debe ser la suficiente, para permitir al aire caliente moverse hacia arriba y lejos de las cerdas. Se recomienda, igualmente, un buen aislamiento del techo y de las paredes, ya que con ello se puede reducir la temperatura del aire en el interior de la nave hasta 3 grados. Pintando las superficies exteriores de blanco se puede rebajar el efecto de las radiaciones solares en un 30%.

El medio ambiente que rodea la explotación, puede influir también sobre la temperatura del aire que entra en el edificio. Un anillo de hierba baja alrededor de la nave es recomendable porque disminuye la cantidad de luz reflejada, y, por lo tanto, la temperatura del aire que entra en la nave. Así como, plantar árboles de hoja caduca alrededor de la nave que permitirán el paso de las radiaciones solares en invierno pero darán sombra en verano, absorbiendo las radiaciones.

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