Ante un tema de gran importancia en la actualidad como es el uso racional de antibióticos, los expertos Antonio Callén y Alfonso Martínez, del Servicio Técnico de Porcino y de Rumiantes, respectivamente, exponen su análisis y visión.

Producción Animal (P. A.): ¿Cuál es la perspectiva de un laboratorio farmacéutico veterinario con respecto al plan?

Antonio Callén (A.C.): Los laboratorios farmacéuticos no sólo somos una pieza importante en la farmacovigilancia y, eventualmente, en la aportación de alternativas a la aparición de resistencias, tales como desarrollar nuevas moléculas antibióticas o vacunas más eficaces; sino que cada vez ejercemos una influencia mayor en el establecimiento de programas sanitarios y pautas de utilización de los productos zoosanitarios. Por ello, adquirimos un alto grado de responsabilidad en esta área tanto ante nuestros clientes, cuya supervivencia está en juego, como ante toda la sociedad por el riesgo sanitario que implica la aparición de bacterias resistentes a los antibióticos. Por si esto fuera poco, en España los laboratorios de zoosanitarios contribuimos en gran medida a favorecer el diagnóstico correcto de los procesos.

Alfonso Martínez (A. M.): Creo que todo el mundo tiene más o menos claro que el desarrollo futuro de nuevas moléculas antibióticas y otros medicamentos de uso veterinario está ligado a la viabilidad económica de aquellas empresas farmacéuticas que están comprometidas con la investigación, el desarrollo y la innovación, ya que son las que llevan todo el peso en este campo. En este punto cabe destacar el impacto que los llamados medicamentos genéricos tienen sobre la cantidad de dinero que las empresas destinan a investigación. Está claro que el mercado farmacéutico ha cambiado tras la generalización en el uso de los genéricos que han permitido acceder a medicamentos con principios activos eficaces, pero más o menos antiguos, a un menor precio reduciendo el margen de beneficio de las empresas fabricantes que, al final, han ido recortando, en algunos casos, sus inversiones en investigación y desarrollo.

P. A.: ¿No resulta contradictorio lanzar una nueva molécula en un momento en que se está persiguiendo la reducción del uso de los antibióticos? 

A. C.: En absoluto, ya que en nuestro caso se trata de un antibiótico que no se utiliza en medicina humana (Clase III de la clasificación de la WHO, 2007), con bajo riesgo de desarrollo de resistencias por sus características farmacológicas y que, además, en porcino está registrado únicamente para uso terapéutico. Además, con el lanzamiento de este producto estamos desarrollando planes para ayudar a los veterinarios en su diagnóstico del CRP y la introducción de los antibiogramas como rutina. Esto redundará, sin duda, en beneficio de un uso racional del producto.

A. M.: Una de las vías abiertas por los investigadores para reducir el desarrollo de resistencias es el diseño y la comercialización de nuevos principios activos con mecanismos de acción distintos a los tradicionales que aporten mayor eficacia y, por tanto, sean capaces de acabar con las bacterias sin que éstas tengan tiempo de evolucionar para defenderse. La gamitromicina es un claro ejemplo.

P. A.: ¿Qué entiendes como profesional por uso racional de los antibióticos? 

A. C.: El uso racional de un antibiótico se puede resumir en la frase “tan poco como sea posible, tanto como sea necesario”. Siendo más explícitos, se debe usar preferentemente en aplicación terapéutica antes que metafiláctica o profiláctica y precedida de un diagnóstico etiológico correcto que incluya el aislamiento del agente causal y la evaluación de su sensibilidad al antibiótico en cuestión. Si a este enfoque, realizado a nivel individual, añadimos un planteamiento de la epidemiología del proceso en la granja que permita aplicar medidas para reducir o eliminar la difusión del agente, llegamos a un ideal difícilmente alcanzable.

A. M.: El uso racional de antibióticos (y de otros medicamentos como los antiparasitarios donde el desarrollo de resistencias está generando graves problemas en algunas zonas del mundo) implica necesariamente que la prescripción de los tratamientos derive de la medicina basada en datos y, por tanto, es imprescindible que los veterinarios (y los médicos) realicen un diagnóstico correcto y objetivo basado en la epidemiología de las enfermedades infecciosas. El tradicional “ojo clínico” es importante, porque nos sirve como primer paso para saber dónde dirigir el esfuerzo diagnóstico, pero nunca debe considerarse suficiente como para prescribir un tratamiento y mucho menos un tratamiento antibiótico.

P. A.: ¿Qué medidas piensas que son más útiles para conseguir una reducción eficaz del uso de antibióticos en ganadería? 

A. C.: Los estudios realizados al respecto demuestran que el uso masivo de antibióticos en ganadería va ligado a su utilización profiláctica, tanto por vía oral como inyectable. La reducción de este uso supondrá un gran avance. Por otra parte, los planes de bioseguridad, el diseño correcto de las explotaciones, las pautas de manejo racionales y los programas profilácticos a base de productos biológicos, junto con el éxito en la erradicación de ciertas enfermedades, también pueden contribuir enormemente a la reducción del uso de antibióticos.

Un ejemplo muy claro relativamente reciente lo tenemos en el gran impacto que han tenido las vacunas frente a PCV2 en la reducción del uso de antibióticos de forma terapéutica.

A. M.: No se puede reducir el uso masivo de antibióticos en las explotaciones intensivas de ganado sin darle más protagonismo y poder de decisión a los veterinarios responsables de las mismas. La legislación debería dar a la figura del veterinario de explotación la importancia que tiene en éste y otros campos. Mientras sea posible que el ganadero acceda a los medicamentos y pueda usarlos sin la supervisión directa de un veterinario, será muy difícil generalizar el uso racional de los antibióticos y otros medicamentos veterinarios.

Tampoco se debe demonizar el uso profiláctico o metafiláctico de los antibióticos, ya que, en casos muy concretos, el esquema de producción intensiva y la medicina basada en la epidemiología y los datos hacen recomendable este tipo de terapias (como en algunas entradas de terneros a cebaderos intensivos). Eso sí, la prescripción debe estar justificada y controlada por el veterinario responsable de la explotación que debe hacer un seguimiento del tratamiento prescrito y sus resultados.

P. A.: ¿Crees que el Plan Nacional va a ser capaz de conseguir los objetivos que persigue? ¿Qué le añadirías o quitarías? 

A. C.: En mi humilde opinión, el plan está siendo muy útil para sensibilizar al sector ganadero y sanitario, en particular, y a la población, en general, sobre la necesidad de un uso racional de los antibióticos. Sin embargo, es necesario pasar a una segunda fase más efectiva en la que se apliquen medidas específicas orientadas a dicha reducción, que van desde la monitorización del consumo hasta las actuaciones puntuales encaminadas a aplicar un uso responsable en cada sector sin perjuicio ni menoscabo de los resultados productivos y económicos en lo que corresponde a la ganadería.

A. M.: Echo de menos un apoyo más explícito a los veterinarios clínicos que, a fin de cuentas, tienen en sus manos la prescripción de los tratamientos. Si se sintieran más apoyados y menos presionados, probablemente, el plan tendría mejores resultados en un menor plazo.

P. A.: ¿Cómo ves el futuro del uso de antibióticos en nuestro país? 

A. C.: Una vez que tomemos conciencia y veamos alternativas habrá una clara reducción. Partimos de un consumo elevado y de una tradición de uso quizás excesivo, por lo que reducirla no ha de ser complicado. Por otra parte, nuestro sector es abierto y cuando se le demuestra con hechos por dónde hay que ir la respuesta es muy rápida. En este sentido, necesitamos un cambio de paradigma. Tradicionalmente hemos puesto mucho énfasis en el uso preventivo de antibióticos en la ganadería industrial y esa es una pauta que tiene los días contados. Es obvio que nos da miedo una retirada brusca por prohibición legal, pero los más avanzados en este sentido ya van haciendo aportaciones en las condiciones adecuadas y con mucha sensatez. El hecho de que en nuestro entorno, es decir en Europa, haya países como Dinamarca, Holanda o Francia que estén mucho más avanzados que nosotros nos ha de servir de ejemplo y acicate.

Es evidente que habrá granjas que no podrán prescindir fácilmente de los antibióticos, pero eso puede ser una señal de alerta de que algo falla en la base. No me cabe duda que tanto nuestros profesionales ganaderos como nuestros veterinarios sabrán buscar dichos fallos y apostar por cambios que limiten el impacto de las enfermedades en dichas granjas.

A. M.: Desde luego el futuro del uso de los antibióticos pasa porque los veterinarios cambien su forma de diagnosticar y prescribir. El diagnóstico debe ir más allá de definir el agente causal de un proceso infeccioso para incluir la identificación de todas aquellas causas no biológicas que contribuyen de forma importante en el desencadenamiento de una patología vírica y/o bacteriana. Insisto en que el éxito del plan pasa, irremediablemente, por los veterinarios clínicos y su capacidad para diagnosticar y prescribir basándose en datos.

Teniendo en cuenta que los márgenes de beneficio de las empresas productoras de alimentos de origen animal en España cada vez son más estrechos (leche y carne de vacuno, carne de porcino, huevos, carne de pollo…), cualquier cambio hacia nuevas estrategias de tratamiento o prevención de enfermedades bacterianas deberá demostrar su eficacia y una rentabilidad mayor, o al menos igual, que la derivada del uso de antibióticos. Si no, sólo podrán imponerse mediante legislación y no serán adoptadas por los productores de forma voluntaria como sería deseable.

P. A.: ¿Qué consecuencias podría tener la retirada brusca de antibióticos? 

A. C.: Una retirada brusca de antibióticos acarrea muchos riesgos, ya que podría conllevar el uso ilegal de los mismos en algunos casos y la desestabilización de procesos patológicos con graves consecuencias en otros. La retirada de determinados programas profilácticos basados en antibióticos es una labor que se debe realizar por los ganaderos bajo el liderazgo y guía de los veterinarios caso por caso. Afortunadamente ya tenemos algunos ejemplos en este sentido, a nivel nacional e internacional, y las alternativas válidas al uso de antibióticos van siendo cada día más eficaces.

P. A.: En tu opinión, ¿las alternativas al uso de antibióticos están a un nivel capaz de reemplazarlos? 

A. C.: Hoy por hoy, las alternativas a los antibióticos basadas en uso de productos del tipo nutracéuticos no están todavía al nivel de poder reemplazarlos, al menos en las granjas más problemáticas. Sin embargo, a medida que se mejora el estatus sanitario de las granjas, mediante planes vacunales o programas de bioseguridad, y se avanza en el conocimiento de la microbiota, y en el desarrollo de nuevas alternativas, son cada vez mayores las posibilidades de reemplazo. En numerosas ocasiones, los procesos bacterianos son la consecuencia de situaciones de estrés o de inmunosupresión por otros agentes primarios, víricos o bacterianos. El conocimiento de la patogenia y la epidemiología de los procesos nos hacen trabajar de forma más racional. Es cierto que hay procesos primarios como el PRRS o incluso la neumonía micoplásmica en los que se debe mejorar la eficacia vacunal y se sigue trabajando en ese sentido, tanto mediante el desarrollo de nuevas vacunas como en la erradicación o la investigación de la resistencia genética, en el caso del PRRS. A nivel digestivo, la reformulación de dietas, el uso de ácidos, así como de prebióticos y probióticos está cada día más extendido. El empleo de la genómica nos está ayudando a conocer mejor la microbiota intestinal y su evolución así como el impacto en la salud de los animales. En definitiva, hay varias líneas de trabajo que, con mayor o menor éxito y celeridad, van encaminadas a un uso más racional de los antibióticos basado principalmente en la necesidad de tener que depender menos de ellos.

P. A.: ¿Piensas que es necesario el uso profiláctico o metafiláctico de los antibióticos o eres partidario de limitar su utilización a los casos en que los animales están enfermos?

A. C.: Si bien es muy arriesgado generalizar, creo que hemos de tender al uso terapéutico tal y como recomiendan las buenas prácticas ganaderas y veterinarias. Sin embargo, como he dicho antes, hay que analizar cada caso, pues la situación de partida de la granja y el nivel de dominio o adaptación de las medidas alternativas podrían ser un condicionante y dar lugar a desastres en algunos casos.

A. M.: Creo que son usos perfectamente válidos siempre que estén justificados caso por caso por un diagnóstico epidemiológico previo y se haga un seguimiento adecuado de los mismos por parte de los veterinarios responsables de las explotaciones.

P. A.: ¿Crees que la limitación del uso de antibióticos puede tener un impacto positivo o negativo en el bienestar animal?

A. C.: Este es un tema muy debatido, en el que también habría que analizar cada caso. Mi opinión personal es que si se hacen las cosas correctamente no tiene porqué ser perjudicial. Incluso me atrevería a decir que, tal y como van los estudios de la microbiota, es posible que ello repercuta en una mejora del bienestar y la producción de los animales. En este sentido, el futuro parece prometedor.

A. M.: Lo que más afecta al bienestar de los animales es la enfermedad. Por eso es importante que seamos capaces de desarrollar alternativas de eficacia y rentabilidad demostradas al uso de antibióticos antes de eliminarlos de la foto de forma drástica generando un gravísimo impacto en la sanidad de los animales que producen alimentos para las personas.