La gestión eficiente del agua en la ganadería es clave para que la producción sea sostenible. Hasta ahora había pocos datos sobre el consumo del agua y eso ha dificultado analizar y diseñar estrategias para optimizarlo en toda la cadena de producción de la carne. Este mes de marzo se ha publicado por primera vez el cálculo de la huella hídrica del sistema de producción de terneros de engorde en Cataluña. Se trata de la Guía para la optimización del uso y el tratamiento del agua de bebida en terneros de engorde, que se ha elaborado en el marco del grupo operativo GOTA, liderado por el Instituto de Investigación y Tecnología Agroalimentarias (IRTA) y la colaboración de BonÀrea Agrupa, NANTA-Grup Nutreco, Sinual, la Asociación de Productores de Bovino de Alcarrás y Asoprovac. La Guía, que hace una revisión extensa del uso del agua en el sistema productivo de terneros de engorde para optimizar la gestión y mejorar la calidad para el bienestar y el crecimiento de los animales, se dirige al sector ganadero, al que quiere dar herramientas para que su actividad sea más sostenible.
El agua es un recurso básico distribuido de forma irregular por el territorio, por lo que «las medias mundiales sólo nos sirven para llamar la atención sobre un problema», afirma Maria Devant, jefa del programa Producción de rumiantes del IRTA, que considera que «para tomar decisiones concretas necesitamos saber cuánta agua hay, cuándo y dónde se consume». Así, mientras que a nivel mundial el valor medio de agua para producir un kilo de carne de ternera es de 15.000 litros, según los cálculos de la Guía en Cataluña el consumo se sitúa alrededor de los 5.500 y 7.500 litros por cada kilo de carne, unos datos similares al consumo de agua de explotaciones ganaderas de sistemas intensivos holandeses. Este consumo es menor gracias a un sistema de producción «muy eficiente» basado en «optimizar la formulación de los piensos» en que no sólo se tienen en cuenta criterios ambientales sino también de bienestar, apunta Devant. Para hacer estos cálculos se ha contabilizado el agua gastada en granja y la atribuida a la producción de piensos, siguiendo el Manual estándar mundial del cálculo de la huella hídrica (Mekonnen y Hoekstra, 2010).
De toda el agua que se consume, el 90% es agua verde, es decir, el agua de la lluvia que se ha necesitado para producir los cereales y subproductos de los cereales y oleaginosas de que se alimentan los terneros. El 10% restante es agua azul, que proviene de ríos, lagos y acuíferos; de esta manera, la mayoría se utiliza para producir el pienso y sólo entre el 1,5% y el 7% es agua en bebida de los animales.
Garantizar la calidad del agua que beben los animales
Los excrementos o los restos de alimentos pueden contaminar el agua de bebida de los terneros de engorde, de la que se debe aprovechar el máximo y no desperdiciarla. Es por ello que se aplican sistemas para desinfectarla. No obstante, hasta ahora no se habían estudiado los riesgos asociados ni los beneficios. Si bien para los rumiantes parece que el agua contaminada no les supone un riesgo directo para la salud, pueden convertirse en reservorios asintomáticos de microorganismos como Campylobacterspp. y Cryptosporidium spp., que pueden infectar a los humanos, según advierte la Guía. Los productos que más se utilizan actualmente son muy eficientes, sobre todo la cloración y el dióxido de cloro, y no afectan la salud ni la capacidad digestiva de los terneros. En especial, la cloración combinada con la acidificación tiene un efecto desinfectante más duradero e incluso mejora el crecimiento de los terneros. Por lo tanto, el único factor que determina qué producto escoger es el coste de implementación y de mantenimiento. Por otro lado, la Guía incluye un protocolo de buenas prácticas para muestrear el agua en las granjas y hacer un análisis de calidad periódica.
En el caso de los nitratos presentes en el agua, estos se asocian, entre otros factores, con el uso excesivo de fertilizantes en la agricultura. «Hasta ahora, la dosis máxima segura que podían tolerar los terneros era de 44 mg/l según las recomendaciones en bovinos. Con nuestros estudios hemos documentado que los terneros pueden tolerar una cantidad de nitratos más elevada sin que se altere su salud. No obstante, a partir de 110 mg/l parece que detectan un gusto diferente en el agua y, como estrategia de autoprotección, beben menos cantidad, lo que podría afectar al consumo y la producción», explica Lourdes Llonch, investigadora del programa Producción de rumiantes del IRTA.
Escoger un buen tipo de bebedero evita el desperdicio de agua
Actualmente, en las granjas de Cataluña se utilizan principalmente bebederos de tipo boya, que almacenan una cantidad de agua constante. El otro bebedero, menos utilizado, es el de tipo chupete con cazoleta, y en los estudios hechos en el proyecto se diseñó una nueva versión con el objetivo de evitar el malbaratamiento de agua: así, sólo aporta agua cuando el ternero hace presión con la boca sobre el chupete y la cazoleta recoge el agua sobrante. «Aunque el de tipo chupete con cazoleta reduce un poco el desperdicio y mantiene los bebederos más limpios, impide que el ternero beba toda el agua que necesita, sobre todo durante los meses más calurosos, y eso puede afectar su crecimiento», explica Sònia Martí, investigadora del programa Producción de rumiantes del IRTA. Por lo tanto, en estas condiciones «sería recomendable aumentar el flujo de agua, revisar con más frecuencia el funcionamiento de los bebederos o, incluso, instalar dos por corral», añade la investigadora. Las normativas de bienestar animal recomiendan que haya como mínimo dos bebederos por corral, aunque según las investigadoras del IRTA, un corral con 18 terneros puede tener un solo bebedero, siempre y cuando se limpie y supervise a diario.