Valentín Pérez, José Espinosa, Raquel Vallejo, M. Carmen Ferreras.

Departamento de Sanidad Animal, Facultad de Veterinaria, Universidad de León.

C/ Profesor Pedro Cármenes, s/n. 24007 León.

Correo electrónico: valentin.perez@unileon.es

La realización de necropsias y la posterior observación e interpretación de las lesiones macroscópicas encontradas es un procedimiento útil y que se emplea con frecuencia en medicina bovina, con el objetivo de llegar a un diagnóstico del proceso que ha causado la muerte del animal. Aunque el examen macroscópico no va a permitir en todos los casos llegar a determinar de forma concluyente el proceso patológico que sufría el animal, -lo que hará necesario la realización de pruebas complementarias para lograr un diagnóstico etiológico concreto-, sí que puede establecer una sospecha y, en ocasiones, permitir establecer acciones terapéuticas o profilácticas de forma rápida, según la gravedad, hasta conocer la causa definitiva.

En este artículo, dada la limitación del texto, no se pretende hacer una revisión de todas las lesiones que aparecen en los órganos del aparato respiratorio de terneros o vacas, pero sí al menos recordar cuáles son algunas de las lesiones más frecuentes, y las asociadas a procesos relevantes, en ganado vacuno. 

 

Vías respiratorias altas: fosas nasales, laringe, tráquea

En una necropsia en campo la inspección detallada de estos órganos no es la más asequible de realizar, por lo que no se examinan con elevada asiduidad. Dentro de los cambios que se aprecian con frecuencia, destacan:

Presencia de sangre en los ollares: en la mayor parte de las ocasiones, sobre todo si el animal ya lleva unas horas muerto, no se corresponde con auténticas hemorragias. Se debe a la autolisis que ocasiona la rotura de hematíes y la hemoglobina tiñe las secreciones que salen por los orificios nasales. 

Hay que diferenciarlo de una auténtica epistaxis, bien originada en la propia cavidad nasal, o tratarse de sangre que proviene de una hemorragia pulmonar, como en el caso de la rotura de un aneurisma en vasos del pulmón en el síndrome de la vena cava. 

Hemorragias en la mucosa traqueal, en forma de petequias que, si se ven también en el tejido subcutáneo de alrededor, se asocian a animales muertos por asfixia. 

Rinitis muco-purulentas (Fig. 1): en muchos casos son inespecíficas. Se observa una secreción formada por moco con pus en las fosas y senos nasales. Pueden encontrarse en animales con un cuadro neumónico.

Fig. 1: Rinitis muco-purulenta.

Fig. 1: Rinitis muco-purulenta.

Rinitis y traqueítis fibrinosas (Fig. 2): la presencia de membranas de fibrina sobre la mucosa nasal, pero especialmente en la tráquea, es una lesión muy característica de la rinotraqueítis infecciosa bovina (IBR).

Fig. 2: Traqueítis fibrinosa, en un caso de IBR.

Fig. 2: Traqueítis fibrinosa, en un caso de IBR.

Pulmón:

Este órgano es el que principalmente se examina en la necropsia. Lo más llamativo suelen ser los cambios de color, especialmente cuando aparecen áreas más oscuras de lo normal. No siempre que una zona del pulmón está oscura hay neumonía. Son varias las lesiones que cursan con esta alteración:

Hipostasis cadavérica : es un cambio post-mortem, en el cual la sangre por acción de la gravedad y ante la ausencia de bombeo cardiaco, tiende a depositarse en las zonas declives. Si el animal ha permanecido en decúbito lateral, suele afectar a los lóbulos pulmonares de un lado (Fig. 3). En ocasiones, se acompaña también de atelectasia por compresión post-mortem. En ninguno de los dos casos la consistencia está alterada. 

Fig. 3: La zona más oscura (lóbulo diafragmático izquierdo) se corresponde con un área de hipostasis cadavérica.

Fig. 3: La zona más oscura (lóbulo diafragmático izquierdo) se corresponde con un área de hipostasis cadavérica.

Melanosis (Fig. 4): es un hallazgo de necropsia o de matadero, sin significado clínico debido a la presencia anómala de melanocitos en el pulmón. Se observan zonas negras, con un patrón lobulillar (pulmón en tablero de ajedrez) sin que se altere su consistencia. 

Fig. 4: Melanosis maculosa congénita.

Fig. 4: Melanosis maculosa congénita.

Atelectasia: es la falta de aire en las luces alveolares. Esto hace que los alveolos colapsen y el color se vuelva violáceo. Son zonas levemente deprimidas y su consistencia es algo más gomosa, pero nunca dura. Además de la atelectasia congénita, que es la que existe en la época fetal y afecta a todo el pulmón, puede ocasionarse por compresión, que se reconoce como zonas oscuras que a la sección profundizan en paralelo a la superficie pulmonar, o por obstrucción, donde las zonas oscuras suelen presentarse en forma de bandas (Fig. 5), que profundizan al corte.

Fig. 5: Neumonía catarral purulenta, en fase de recuperación. Bandas de atelectasia, con enfisema alveolar.

Fig. 5: Neumonía catarral purulenta, en fase de recuperación. Bandas de atelectasia, con enfisema alveolar.

Hemorragias: el color, en este caso, es rojo, más que violáceo. Suelen verse en forma de petequias o equimosis, en la pleura o también en el parénquima, como resultado de septicemias o situaciones de trombocitopenia (por ejemplo, en la intoxicación por helechos). Si afectan a zonas más amplias, pueden tener origen traumático, por rotura de un vaso, como sucede en los aneurismas pulmonares que se producen en el síndrome de la vena cava (Fig. 6).

Fig. 6: Hemorragia tras la rotura de un vaso que sufría un aneurisma en un caso de síndrome de la vena cava.

Fig. 6: Hemorragia tras la rotura de un vaso que sufría un aneurisma en un caso de síndrome de la vena cava.

Congestión: el color suele ser más oscuro. Puede afectar a todo el pulmón, en casos de fallo cardiaco, septicemias, etc, o estar localizada, típicamente en las neumonías agudas (Fig. 7).

Fig. 7: Pleuroneumonía fibrinosa aguda, asociada a Mannheimia haemolytica. Intensa congestión y aumento de volumen y consistencia de la zona craneoventral.

Fig. 7: Pleuroneumonía fibrinosa aguda, asociada a Mannheimia haemolytica. Intensa congestión y aumento de volumen y consistencia de la zona craneoventral.

La existencia de zonas de color más claro se corresponde habitualmente con enfisema alveolar. Son zonas de color rosado más pálido, más elevadas, que crepitan a la palpación (Fig. 8). Se debe a un aumento de la cantidad de aire en los espacios alveolares. Puede afectar a todo el pulmón y su origen puede ser, sin más, agónico. También se puede ver, de forma difusa, en animales en estados avanzados de caquexia. Si aparece localizado, es frecuente que se encuentre en la periferia de zonas de neumonía, o, en la dictiocaulosis, sobre todo en la zona más caudal de los lóbulos diafragmáticos (a consecuencia de la reducción de la luz bronquial que ocasiona la presencia del parásito y la inflamación asociada).

Fig. 8: Bronconeumonía catarral-purulenta crónica, asociada a Pasteurella multocida. Abundante contenido mucoso y bronquiectasia (recuadro).

Fig. 8: Bronconeumonía catarral-purulenta crónica, asociada a Pasteurella multocida. Abundante contenido mucoso y bronquiectasia (recuadro).

Otra alteración frecuente son los engrosamientos de los tabiques interlobulillares. Pueden estar dilatados por la presencia de un exceso de un líquido de aspecto traslúcido en el edema intersticial, que suele acompañar en ganado vacuno al edema alveolar -que se identifica por la existencia de contenido espumoso en las luces bronquiales tras su apertura) cuando este es intenso (Fig. 9).

Fig. 9: Edema alveolar. Contenido espumoso en la luz de los bronquios.

Fig. 9: Edema alveolar. Contenido espumoso en la luz de los bronquios.

Esta lesión se puede ver asociada a zonas de neumonía aguda, pero si es grave, afecta a amplias áreas del pulmón y se acompaña de hidrotórax (Fig. 10), suele tener su origen en un fallo cardiaco. En terneros, además de alguna malformación del corazón, la causa más frecuente es la enfermedad del músculo blanco, que provoca una degeneración muscular, especialmente en las fibras del ventrículo izquierdo.

Fig. 10: Hidrotórax y edema intersticial en un caso de enfermedad del músculo blanco en ternero.

Fig. 10: Hidrotórax y edema intersticial en un caso de enfermedad del músculo blanco en ternero.

La otra alteración, caracterizada por la presencia de burbujas de gas en los tabiques, es el enfisema intersticial (Fig. 11).

Fig. 11: Enfisema intersticial. Burbujas de aire en los tabiques interlobulillares.

Fig. 11: Enfisema intersticial. Burbujas de aire en los tabiques interlobulillares.

Se observa también asociado a casos de intenso enfisema alveolar. En ganado vacuno, el exceso de aire en los alveolos enseguida difunde por vía linfática a los tabiques interlobulillares. Cuando este enfisema intersticial es muy intenso, se puede producir la ruptura de las paredes y dar lugar a la formación de bullas (Fig. 12).

Fig. 12: Infección por el virus respiratorio sincitial. Zonas consolidadas y violáceas en la región craneoventral y enfisema intersticial marcado, con bullas.

Fig. 12: Infección por el virus respiratorio sincitial. Zonas consolidadas y violáceas en la región craneoventral y enfisema intersticial marcado, con bullas.

Aunque esta lesión se ha asociado, en terneros, a infecciones por el virus respiratorio sincitial, el enfisema intersticial es una lesión que puede aparecer en muchas otras situaciones: consecuencia de una neumonía bacteriana grave, estados de caquexia extrema, animales que han muerto por un proceso toxémico (mamitis, metritis…), infecciones por Dictyocaulus viviparus (Fig. 13) o, por ejemplo, tras un decúbito prolongado.

Fig.13: Dictiocaulosis. Enfisema alveolar e intersticial asociado a la presencia de parásitos en las luces de las vías aéreas.

Fig.13: Dictiocaulosis. Enfisema alveolar e intersticial asociado a la presencia de parásitos en las luces de las vías aéreas.

Neumonías

Las inflamaciones del pulmón son las lesiones más frecuentes de este órgano en ganado vacuno. Desde el punto de vista de la lesión, según donde se localice en infiltrado inflamatorio, se distinguen tres grandes tipos de neumonías:

Neumonías exudativas: los exudados inflamatorios se sitúan en los espacios alveolares, por lo que, debido a la acción de la gravedad, tienden a situarse en las zonas más declives del pulmón. Por ello, macroscópicamente, la lesión se observa en las zonas craneoventrales de este órgano, que aparecen más oscuras, con un color violáceo, y con la consistencia notablemente incrementada. Si se trata de un proceso agudo (Fig. 7), la zona afectada se ve congestiva, de color oscuro, con el volumen incrementado, y normalmente con depósitos de fibrina sobre la pleura (pleuroneumonía fibrinosa). Cuando ya el curso es subagudo o crónico (Fig. 8), la zona craneoventral tiene un color violáceo, la consistencia también está aumentada, pero el volumen no se incrementa, no hay cambios vasculares y suelen estar afectados los bronquios que contienen abundante moco (bronconeumonía catarral).

Neumonía intersticial: el infiltrado inflamatorio se localiza en los tabiques interalveolares, por lo que todo el pulmón aparece de mayor tamaño, aumentado de volumen. Puede ser más aguda, con enfisema intersticial evidente (fiebre de los pastos) o subaguda-crónica (reacciones crónicas de hipersensiblidad…). No se ven zonas oscuras, las áreas craneoventrales no están afectadas, ni aumenta la consistencia, que suele ser algo más gomosa, pero al haber aire en los alveolos, nunca dura.

Neumonía de distribución multifocal (Fig. 14): las áreas de neumonía son focos distribuidos por cualquier zona del pulmón. Son de consistencia firme y pueden contener necrosis o pus en su parte central, a la sección. Es la lesión que se observa en la neumonía embólico-metastática, o en la tuberculosis. 

Fig. 14: Neumonía embólico-metastática. Múltiples nódulos inflamatorios con contenido necrótico-purulento en la zona central.

Fig. 14: Neumonía embólico-metastática. Múltiples nódulos inflamatorios con contenido necrótico-purulento en la zona central.

Lesiones características de algunas enfermedades del ganado vacuno

Síndrome respiratorio bovino: virus respiratorio sincitial, parainfluenza-3

Estos agentes víricos suelen actuar predominantemente sobre los bronquiolos, y ocasionan una bronquiolitis y una neumonía bronconintersticial. La lesión macroscópica característica es la consolidación de las zonas craneoventrales (a modo de una neumonía catarral purulenta leve), que se ven de color violáceo y con consistencia aumentada. Lo más característico, especialmente en el caso del virus respiratorio sincitial, es la existencia de zonas de enfisema intersticial, con la formación de bullas, a consecuencia de la inflamación de la pared bronquial (Fig. 12). No obstante, es frecuente que, tras la acción del virus, existan infecciones bacterianas secundarias, por lo que las lesiones descritas enseguida se ven enmascaradas por las causadas por estos otros agentes.

Síndrome respiratorio bovino: Mannheimia haemolytica, Histophilus somni

Estas bacterias provocan una neumonía fibrinosa o fibrino-necrótica, normalmente con pleuritis fibrinosa, de curso agudo (Figs. 7, 15). Se observan zonas craneoventrales aumentadas de tamaño y de consistencia, muy congestivas, con depósitos de fibrina sobre la pleura. A la sección, es frecuente observar lobulillos en distintas fases de evolución, con colores que van desde el muy oscuro hasta grisáceo, tabiques dilatados con presencia de fibrina, y focos de necrosis. Los nódulos linfáticos muestran una linfadenitis aguda simple, con aumento de tamaño e intensa congestión. 

Fig. 15: Pleuroneumonía fibrino-necrótica. Fibrina en la cavidad torácica y focos de necrosis en el área neumónica.

Fig. 15: Pleuroneumonía fibrino-necrótica. Fibrina en la cavidad torácica y focos de necrosis en el área neumónica.

Síndrome respiratorio bovino: Pasteurella multocida, Mycoplasma bovis

Estos agentes suelen cursar con una bronconeumonía catarral, de curso subagudo o crónico. En el caso de P. multocida, la lesión más característica son zonas de consolidación violácea en las partes craneoventrales, que incluso se aprecian como más deprimidas respecto a las zonas adyacentes, que suelen mostrar enfisema alveolar (Fig. 8). A la sección, los bronquios se observan claramente, con sus luces dilatadas conteniendo abundante secreción mucopurulenta, y las paredes engrosadas (bronquitis y bronquiectasias). En el caso de M. bovis, las zonas afectadas son las mismas, las lesiones también tienen un curso subagudo o crónico, pero es característica la presencia de focos de necrosis con pus, de tamaño variable, y bien delimitados, también en las zonas craneoventrales (Fig. 16). Los nódulos linfáticos aparecen reactivos, aumentados de tamaño y de color claro. 

Fig. 16: Neumonía asociada a Mycoplasma bovis. Focos múltiples de pus en la zona de neumonía.

Fig. 16: Neumonía asociada a Mycoplasma bovis. Focos múltiples de pus en la zona de neumonía.

Cuando estas neumonías están en fase de recuperación, de forma que el exudado inflamatorio va desapareciendo y el aire abriéndose paso en las luces alveolares, comienzan a verse bandas de atelectasia localizadas en la región craneoventral (Fig. 5). 

 

Enfisema de los pastos

La acción tóxica de los metabolitos del L-triptófano, que está presente en algunos pastos, cursa con un edema y enfisema pulmonar agudo, junto con una neumonía intersticial también aguda. Se observan pulmones aumentados de tamaño, con los tabiques muy dilatados conteniendo aire, y el parénquima ligeramente violáceo y consistencia más gomosa (Fig. 17). Los nódulos linfáticos asociados también están afectados de enfisema. 

Fig. 17: Enfisema de los pastos. Intenso edema y enfisema intersticial, que también afecta al nódulo linfático.

Fig. 17: Enfisema de los pastos. Intenso edema y enfisema intersticial, que también afecta al nódulo linfático.

Neumonía gangrenosa

Esta lesión se produce por la inhalación de cuerpos extraños, leche en lactantes o material vegetal en otros animales. Suele haber un factor predisponente en la mayor parte de los casos para que dicha aspiración se produzca. Se presenta como una zona consolidada, normalmente en las áreas craneoventrales, aunque a veces también puede extenderse a otras partes. A diferencia de las neumonías exudativas, en la zona afectada aparecen focos de pus y gangrena (Fig. 18), con una coloración verde-negruzca de la zona afectada, y un olor desagradable.

Fig. 18: Neumonía gangrenosa. Zona de color verde-negruzco, con cavidades conteniendo exudado purulento.

Fig. 18: Neumonía gangrenosa. Zona de color verde-negruzco, con cavidades conteniendo exudado purulento.

Neumonía embólico-metastática

Este tipo de neumonía suele tener su origen en la presencia de abscesos hepáticos que, según su localización, pueden llegar a extenderse hacia la vena hepática, o incluso la cava, dando lugar a trombos sépticos, bacterianos, de los que se desprenden émbolos que pueden llegar al pulmón por vía sanguínea. Una vez allí, donde se asientan, se forman focos inflamatorios, de color blanco-grisáceo, de distribución multifocal por todo el pulmón, consistencia firme y en los que a la sección se detecta necrosis o pus (Fig. 14). 

Tuberculosis

Aunque hay distintas formas de presentación de la tuberculosis, lo más habitual es que las lesiones granulomatosas tengan una distribución multifocal. Los focos suelen presentar necrosis caseosa con calcificación (Fig. 19), pueden tener distinto tamaño e ir confluyendo, e incluso llegar a formarse cavernas con el contenido necrótico fluido. Los nódulos linfáticos están afectados, con focos de necrosis caseosa calcificados. 

Fig. 19: Tuberculosis. Focos de necrosis caseosa, con calcificación.

Fig. 19: Tuberculosis. Focos de necrosis caseosa, con calcificación.

Conclusiones

La inspección macroscópica de los órganos del aparato respiratorio, en la necropsia, puede proporcionar información de gran utilidad para el diagnóstico de muchas enfermedades que afectan al ganado vacuno.

En el pulmón, las neumonías son las lesiones más frecuentes. Entre ellas, las más comunes son las de tipo exudativo, con un patrón de consolidación en las zonas craneoventrales, asociadas a infecciones bacterianas. Si son agudas, con intensa congestión y aumento de volumen, el principal agente es Mannheimia haemolytica. Si son crónicas, con coloración violácea, Pasteurella multocida o Mycoplasma bovis. 

El enfisema intersticial, con formación de bullas, es un hallazgo frecuente, que aunque se cita como lesión característica de infecciones por el virus respiratorio sincitial, puede aparecer en muchas otras situaciones, incluso no relacionadas con procesos infecciosos.