Juan Vicente González Martín(1,2,3), Sara Sacristán Álvarez(3) y Cristiana Justo Teixeira(3)

(1)DVM, PhD, Dipl. ECBHM
(2)Profesor Titular Dpto. de Medicina y Cirugía Animal, Facultad de Veterinaria, UCM
(3)TRIALVET Asesoría e Investigación Veterinaria SL
(Web: www.trialvet.com – Email: trialvet@trialvet.com)

INTRODUCCIÓN

El uso de antibióticos en el ganado vacuno, como en todas las demás especies, es indispensable para la lucha contra las infecciones bacterianas. La mastitis en las vacas lecheras y el síndrome respiratorio en los terneros de cebo son las dos patologías que ocasionan un mayor gasto de antibióticos. Tanto las vacas de leche como los terneros de carne recibirán varias aplicaciones a lo largo de su vida productiva, tanto profilácticas o metafilácticas, como terapéuticas para el tratamiento de los casos clínicos. En el caso de la mastitis, el uso de los antibióticos está perfectamente estipulado, los tipos de antibióticos, la dosificación, las vías de aplicación, la frecuencia de los tratamientos, etc. y son bien conocidos por los ganaderos. Los controles diarios a los que está sometida la leche del tanque, tanto de residuos medicamentosos como de calidad microbiológica y recuento de células somáticas hacen que el uso de los antimamíticos esté perfectamente estandarizado. Sin embargo el panorama en el tratamiento del SRB es bien distinto y nuestra experiencia de campo así lo atestigua. Vamos a revisar la vía de aplicación, uno de los puntos más importantes a la hora de administrar el tratamiento antibiótico frente al SRB.

EL TRATAMIENTO PARENTERAL

Es común en el campo ver cómo se usan los antibióticos tanto por vía oral (VO) como por vía parenteral, y para esta última se accede por vía subcutánea (SC), intramuscular (IM), intravenosa (IV) e incluso podemos encontrar el uso de la vía intraperioneal.

¿Qué vía es la más indicada para el tratamiento del SRB? Esta pregunta debemos contestarla observando los dos puntos de vista más importantes: el médico y el del consumidor. Empezando por el final, el consumidor, ya sea el ganadero, el carnicero o el consumidor final (el comprador del filete), se debe usar una vía que no deje lesiones en el músculo, o lo que es lo mismo la carne. Este punto que en España generalmente no se tiene en demasiada consideración (especialmente en el ganado de leche), es de una importancia capital en EEUU desde hace ya muchos años. Según la organización de productores y sectores relacionados Beef Quality Assurance (BQA) (http://www.bqa.org), siguiendo los procedimientos estandarizados (Standard OperatingProcedures, SOP) y los principios de buenas prácticas de manejo (Good Management Practices, GMP), debemos evitar siempre que sea posible la aplicación de medicamentos por vía IM. Y en caso de usar esta vía hacerlo siempre en las tablas del cuello. Y no sólo en los terneros de cebo, también en las vacas nodrizas y las lecheras, pues con el tiempo terminarán en la cadena alimentaria. Afortunadamente la industria farmacéutica nos oferta un gran número de antibióticos muy eficaces frente al SRB, que se aplican por vía SC: fenicoles, macrólidos, cefalosporinas o quinolonas. Sin embargo, tetraciclinas, penicilinas, aminoglucóxidos y sulfamidas deben aplicarse por vía IM.

¿Pero cuál sería la mejor vía desde un punto de vista médico? Al tratar un ternero con neumonía, en primer lugar buscamos que el antibiótico llegue de la manera más rápida y en la mayor cantidad posible al foco de la infección: el bronquiolo terminal y el alveolo pulmonar. El tiempo requerido para alcanzar la concentración máxima del fármaco en sangre después de su administración por una vía extravascular es lo que en farmacocinética se denomina Tmáx. La vía IV no tiene un Tmáx puesto que el medicamento ya es depositado directamente en la sangre. Sería por lo tanto, la aplicación IM la que iría en segundo lugar después de la IV en lo que a velocidad de absorción se refiere. Luego la SC y finalmente la VO. Sin duda alguna la vía IV es siempre la más rápida, pero exige una aplicación más difícil.

En vacuno lechero los ganaderos están acostumbrados a usar las grandes venas subcutáneas del abdomen (las venas mamarias), para acceder a la vía IV, pero la inyección en las venas yugulares es un poco más complicada siendo normalmente necesaria la ingurgitación del vaso tras una buena contención del animal, por lo que este tipo de inyección no es realizada habitualmente por el ganadero. El hecho de que sea necesaria la presencia del veterinario y una contención especial hace que no se emplee con regularidad. Otro inconveniente médico de la vía IV es el riesgo que existe de incrementar el daño pulmonar por el simple hecho de inmovilizar al ternero para realizar el acto clínico, siendo especialmente grave en el caso de neumonías bronco-intersticiales. Pero si la velocidad con que el antibiótico llega al foco de la infección es importante, no lo es menos el tiempo que el antibiótico está actuando. Los antibióticos aplicados IV también son eliminados más rápidamente y en muchos casos es necesario repetir el tratamiento cada 12 h.

La vía IM es la que va en segundo lugar en lo que a velocidad de absorción se refiere. El daño tisular es el inconveniente fundamental. Este daño depende del tipo de medicamento, pero hay que saber que incluso el suero salino isotónico, fisiológico, aplicado por esta vía produce daño permanente en el músculo. Este daño será mayor cuanto mayor sea el volumen a inyectar y el número de veces que tengamos que repetir el tratamiento. Por ejemplo, una oxitetraciclina LA (larga acción) lleva una dosis de 10cc por 100 kg. de peso. En un animal de 350kg de peso vivo (PV) hay que inyectar 35cc, pero en una vaca de 700 kg. PV hay que inyectar 70cc repartido en cuatro puntos de inoculación para no inyectar más de 20cc en cada punto. Otro problema es la frecuencia de aplicación del antibiótico. Principios activos como la lincomicina, espectinomicina, gentamicina o las sulfamidas deberían inyectarse cada 12 horas, con lo que eso supone en el número de pinchazos. Es decir, un tratamiento de cinco días implica diez inyecciones IM en el cuello, a lo que se suma la mano de obra, el estrés y el riesgo de incrementar el daño pulmonar que le supone al ternero y al resto del lote cada vez que entramos a cogerlo para tratarlo.

Finalmente nos queda la vía SC. Todos los antibióticos modernos desarrollados en los últimos tiempos para tratamiento del SRB se aplican por vía SC. Además tienen una velocidad de absorción increíblemente rápida, especialmente cuando los comparamos con los antiguos productos de larga acción LA. Consiguen llegar al foco de la infección en minutos (menos de una hora), por lo que la vía IV no es necesaria en absoluto. Pero no todos los antibióticos se pueden aplicar por cualquier vía, solamente se pueden aplicar por vía SC los que así lo especifican en el prospecto. Hay que seguir siempre las indicaciones posológicas, pues de lo contrario se modifican las características farmacocinéticas y farmacodinámicas del producto. Muchos de los antibióticos modernos no sólo tienen la ventaja de la aplicación SC sino que además tienen una gran duración, de hasta tres y cuatro semanas. Aunque sobre la duración de un tratamiento antibiótico frente a la neumonía no hay una norma fija, cuatro días sería la duración mínima que la mayoría de la comunidad científica acepta. Así si aplicamos un tratamiento que tiene una duración de 12 horas habría que poner un total de 8 inyecciones para completar los cuatro días, 4 inyecciones para un medicamento que durara 24 horas, 2 para uno de 48h de duración y sólo una para los que duran cuatro o más días. Pero independientemente de lo que dure el antibiótico, siempre se deberán revisar los casos a las 48 o 72 horas para ver si evolucionan correctamente, si es necesario alargar el tratamiento o bien si el animal no mejora, cambiar de antibiótico. Este último caso debería darse sólo en contadas ocasiones cuando el manejo es bueno.

Hasta ahora estamos hablando del primer tratamiento antibiótico en un caso de SRB, pero todos sabemos que aproximadamente de un 10% a un 20% de los casos necesitarán un segundo tratamiento y del 1% al 5% del total un tercer o más tratamientos. A estos últimos se los denomina crónicos. En ocasiones, a estos animales se les aplican tratamientos de tipo “heroico”, bien porque se usa el antibiótico que se considera mejor, más efectivo o más caro; bien porque lo aplicamos por una vía más “espectacular”, la IV o incluso la intraperitoneal; o bien porque usamos más de un antibiótico a la vez para tratarlos. Nada de esto es realmente necesario y puede llegar a ser más costoso y más ineficaz. Lo que los crónicos necesitan es un tratamiento de larga duración, diez o más días y unas condiciones óptimas de vida para reducirles el estrés al máximo. Por lo tanto, antibióticos de larga acción aplicados por vía SC son la opción ideal para estos casos.

Tendríamos también los tratamientos metafilácticos de entrada ¿Qué es lo buscamos aquí? Buscaríamos dos objetivos: rapidez de acción y cubrir el periodo de riesgo de sufrir la enfermedad. La rapidez de acción es necesaria para curar a los terneros que ya estén enfermos (hay animales que ya pueden llegar con neumonía al cebadero cuando los descargamos del camión). Esto se da especialmente en los terneros de alto riesgo: animales de mercado, de centro de concentración, animales que han viajado largas distancias o en épocas malas del año. Y en cuanto al periodo de riesgo de enfermedad, es importante cuando por ejemplo los terneros vienen directamente de la dehesa y la neumonía bacteriana comienza a la semana de la entrada o hasta dos o tres semanas después. Por lo tanto, para la metafilaxia del procesado de entrada necesitamos idealmente un antibiótico SC, de rápido efecto y larga duración. Afortunadamente, antibióticos con esas características tenemos muchos en el mercado.

EL TRATAMIENTO ORAL

El rechazo al agua medicada hace que sea difícil el cálculo de las dosis.

Los tratamientos antibióticos orales en terneros destetados presentan tres problemas fundamentales: la dosificación, la Tmáx y la estabilidad. Debido a la imposibilidad de administrar la dosis necesaria directamente a cada animal enfermo en forma de bolo oral, el antibiótico se añade al pienso o se disuelve en el agua de bebida. El antibiótico en los piensos medicados se dosifica atendiendo a un supuesto consumo estimado dependiendo del peso del ternero. Por supuesto se calcula pensando en el consumo de un ternero sano, pero los terneros con SRB apenas comen. Tampoco comen los terneros estresados, los no adaptados al pienso, los terneros con acidosis ruminal o con otros problemas digestivos. Por otro lado, cambiar de pienso en el momento en que aparece un brote de SRB no siempre es fácil.

Debido probablemente a todo esto es más común la utilización de antibióticos disueltos en el agua de bebida. Hay cebaderos que tienen complejos sistemas de suministro con bombas inyectoras para dosificar estos tratamientos. Pero el problema vuelve a ser el mismo, no sabemos cuánto bebe un ternero enfermo, sin duda mucho menos que uno sano. A esto hay que añadir la poca palatabilidad del pienso y sobre todo del agua medicada lo que desincentiva el consumo. Además de que la dosificación se hace pensando en el consumo del ternero sano y no del enfermo, si dosificáramos pensando en el enfermo sin duda sobredosificaríamos al sano. La subdosificación es la causa más común de las resistencias bacterianas. La sobredosificación puede producir toxicidad y siempre problemas de disbiosis con infecciones micóticas oportunistas en el aparato digestivo (Candida, Aspergillus, etc.) que dan lugar a úlceras abomasales e intestinales.

Otro problema es la estabilidad de los antibióticos. La mayoría de los antibióticos son muy poco estables, descomponiéndose algunos con la luz y otros inactivándose en contacto con cationes bivalentes como el calcio, fósforo, aluminio, hierro, etc. También son alterados por el exceso de acidez o alcalinidad. El bicarbonato sódico, los carbonatos y fosfatos cálcicos, el caolín, la sepiolita y demás componentes de los correctores vitamínicos minerales les afectan. Pero aún queda la barrera mayor, el rumen. La flora ruminal y todos sus productos de degradación hacen que sea imposible predecir qué cantidad de un antibiótico administrado oralmente es absorbido y pasa a la sangre. Se estima que entre un 10 y un 50% es la cantidad que se puede absorber.

Una de los efectos secundarios de la administración oral de antibióticos son las micosis, en este caso en el abomaso.

Finalmente tenemos el problema de la velocidad de absorción. Cuando se ofrece en el pienso o en el agua, el antibiótico va pasando a la sangre poco a poco según el consumo del animal, pero también es metabolizado y excretado desde el primer momento, por lo que si se dosificó adecuadamente y el ternero lo ingirió de manera constante se calcula que se tarda de uno a dos días en conseguir el Tmáx. Este larguísimo Tmax hace que la VO no sea indicada para el tratamiento de los casos clínicos (uso terapéutico) y pudiera ser también problemático para un uso metafiláctico, especialmente en los terneros de alto riesgo que pueden llegar ya en un cierto porcentaje enfermos al cebadero.

Por si todo esto fuera poco, la VO es la que más riesgos de resistencias microbianas a los antibióticos presenta. En el mercado existen antibióticos para uso metafiláctico, pero hay dudas razonables sobre la eficacia para la mayoría de ellos. Hay trabajos en todos los sentidos, desde los que muestran una reducción de la enfermedad, hasta los que encuentran un incremento de la morbilidad e incluso de la mortalidad, pasando por los que no encuentran ningún efecto. Recientemente han aparecido trabajos mostrando que la tilmicosina pudiera ser la excepción.

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